Primero la política, después el cambio climático

LA VERDAD DE MURCIA | 01/12/2020

Por Lucas Jiménez, Presidente del SCRATS

La actual ministra no confraterniza con los usuarios del Trasvase, ni en general con ningún regante

 

Se toman decisiones políticas y luego se cubren bajo el grueso manto del cambio climático. El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco) apostó hace mucho por satisfacer las demandas ideológicas de la administración política de Castilla -La Mancha. Prueba de ello la inclusión, sectaria, de un comisario político dentro de una comisión hasta ahora exclusivamente técnica, la del Trasvase. El alcalde socialista de Sacedón, cuyo odio al Trasvase está fuera de toda duda y ajeno al más mínimo conocimiento técnico del Trasvase. Lo malo del cambio climático en el Levante es que, hagamos lo que hagamos, los efectos nos los van aplicando mes a mes, en cada decisión politizada de no trasvasar o de reducir posibles trasvases. Estamos preocupados por el aumento seguro de caudales ecológicos, así se lo ha susurrado al oído de la ministra una sentencia imaginaria del TS. Pero, ojo, que amén de lo que resten los caudales ecológicos, disponen de la herramienta reductora del nivel tres reflejado en la Ley. Cuidado. En este nivel el secretario de Estado, de seguir así, va a detraer (les lleva locos este verbo), mes a mes la cantidad de hm3 que sus predicciones y prudencia proverbial le aconsejen, hasta setenta y un hectómetros cúbicos.

El cambio climático preocupa pero los cambios de criterio de la cúpula ministerial mucho más. Ayer se culpabilizaba a todos los regantes del Levante, incluidos los de Mojácar y Crevillente, del mal estado del Mar Menor y nos reducían los envíos, hoy el argumento es que tenemos agua sin consumir de abastecimiento y regadío –obligándonos a malgastar si queremos toda la dotación el mes siguiente– y nos reducen los envíos, ojo solo a los regadíos; mañana, cuando falte el agua que hoy no se aprueba, echarán mano de la Ley –cosa lógica– y nos aplicarán el tope máximo trasvasable por nivel y, en ese momento, argumentarán que nos falta el agua a causa de los efectos del cambio climático. Así de laxo y amplio es el saco de la demagogia, cabe todo oiga. Aquí el cambio climático ya se ha adelantado, estamos a las puertas del 2060.

Y es que estaba todo pensado, solo ha cambiado el argumento de peso para aplicar la ruta hacia la desalación forzosa marcada en el 2005. El Ministerio, entonces bajo la batuta de la Señora Cristina Narbona, no barruntaba en 2005 los efectos del cambio climático. No, no eran una preocupación los futuros efectos devastadores del cambio climático cuando nos impuso un recurso caro, carísimo y poco verde. Sustituir agua de trasvase –con un coste energético de 1 kw/hora por m3– por agua desalada –a un coste de 4kw/ hora por metro cúbico de agua– no es una medida verde ni paliativa de cambio climático alguno.

No, no era entonces el cambio climático sino la lucha geopolítica la que alentó la construcción de infraestructuras ‘grises’ en el horizonte de nuestras costas, que hoy aceptamos por imposición y necesidad.

La actual ministra no confraterniza con los usuarios del Trasvase, ni en general con ningún regante. Pero tampoco escucha a los democráticos representantes gubernamentales de estos. A los Gobiernos regionales de Andalucía, Murcia y Valencia, que se niegan a aceptar este guion, permanentemente antitrasvasista, de la señora ministra.

No, no es el cambio climático lo que introduce como algo irremediable y obligado la desalación en el Levante, son premisas políticas.

Hoy el sector provoca más temor el Ministerio que el propio cambio climático, por cuanto el jaque permanente y dosificado –esa muerte lenta– al que le tiene sometido acogota más que el jaque mate anunciado del cambio climático para el 2060.

El usuario del Trasvase, el regadío en general levantino, ha hecho una torsión ideológica brutal. De depender básicamente del Trasvase, ha colaborado en la utilización de los efluentes de depuración y en aprovechar un recurso tan costoso como la desalación. Aceptó, a su pesar, la subida del nivel no trasvasable por encima de las demandas reales de la cuenca del Tajo, soportando, además, un coste fijo e injusto. Y la siguiente torsión que se nos pide, la autosuficiencia hidrológica –la balcanización hidrológica nacional–, supondría el fin del Trasvase y lleva implícita la ruptura, por la mitad, del cuerpo agrario levantino. Entre tanto la administración ministerial no hace un solo movimiento en sus posiciones y los prebostes políticos de Castilla-La Mancha traicionan los acuerdos ratificados en su momento. Si por un lado se fustiga sin piedad a la industria agroalimentaria, y se apuesta por desalación con precios prohibitivos, la agricultura no especializada también estará en riesgo, no puede asumir su coste. Eso supondrá la desaparición, en demarcación de trasvase, la volatilización de 44.000.000 de árboles y más de setenta mil hectáreas de hortícola.

¿Es así como se diseñó la estrategia de transición justa para el Levante, tan preconizada por el Ministerio?

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