Desde que en 1978 finalizaran las obras del acueducto Tajo-Segura, el preciado caudal de agua enviado al sureste español ha convertido esta región geográfica española en una verdadera factoría hortofrutícola, sacando el máximo partido de unas condiciones de suelo e insolación únicas, que le hacen ser capaz de obtener rendimientos tres veces superiores a muchas partes de España con el mismo volumen de agua de riego.
Los casi cuarenta años de existencia del acueducto han generado 100.000 empleos directos en la agricultura de regadío, posicionando las provincias de Almería, Murcia y Alicante en el liderazgo de la actividad exportadora nacional de frutas y hortalizas. El acueducto Tajo-Segura ha canalizado de media 350 hectómetros cúbicos anuales, que han servido para compensar un déficit histórico de agua en estas provincias, garantizando no solo la productividad hortofrutícola, sino en general su desarrollo socioeconómico, desarrollo al que hay que asociar la incontestable contribución de esta zona de España al conjunto de las exportaciones agroalimentarias. Eso sin olvidar el papel determinante del trasvase en el abastecimiento de agua de boca a más de dos millones de habitantes. La dureza del clima mediterráneo semiárido imposibilitaría el mantenimiento de núcleos de población como los existentes en la actualidad, que estarían condenados a la desertización y al éxodo.
La llegada del agua del trasvase Tajo-Segura provocó un cambio de mentalidad en el uso del agua, tanto en su empleo como materia prima para la producción y comercialización de alimentos, como en su consumo doméstico, dando ejemplo de un uso racional y solidario. Una solidaridad que debe entenderse recíproca, pues evidentemente el sureste español no solo es receptor de la misma sino que la ejerce aportando riqueza a la economía de otras regiones del país.