Cada gota trasvasada cuenta. Puesto que agua es sinónimo de vida, conducirla al sureste español ha significado la creación de una de las obras de ingeniería más modernas y eficientes del momento.
Túneles, canales y embalses forman parte de los 292 kilómetros del recorrido del trasvase Tajo-Segura hasta llegar a la Cuenca del Segura. Sin ser la primera obra civil en España destinada a tal uso, ha sido una de las grandes obras de ingeniería del siglo XX.
El resultado logrado ha sido convertir una zona improductiva en otra que ahora despunta como una de las zonas más fértiles y productivas de Europa, pionera en sistemas de riego y en gestión de recursos hídricos. Desde la inauguración del trasvase, hace ahora 37 años, se han puesto en marcha 150.000 hectáreas de regadío. La llamada Huerta de Europa aporta 2.364 millones de euros al PIB nacional y crea 100.000 empleos directamente relacionados con el sector, que llegan a ser 300.000 si añadimos los empleos que genera el sector turístico. El 97 % de los murcianos y el 57 % de los alicantinos dependen directamente del agua de este trasvase.
Para los detractores del plan estas evidencias son difíciles de rebatir. Sin embargo, argumentos a favor son básicos para los verdaderos protagonistas de esta historia, los agricultores, que hace años veían como sus cosechas se perdían por la falta de agua o por las inundaciones. Planificar y programar han sido sin duda las claves del éxito. Y es que aquí no hay gota que colme el vaso. Ni una gota de agua es desperdiciada. La innovación y la eficacia en los sistemas de riego han sido y siguen siendo una de las grandes apuestas de la zona. El empleo consciente y racional del agua hace que tanto la gestión de recursos hídricos como la cooperación entre cuencas del Trasvase Tajo-Segura se hayan tomado como modelos de referencia a nivel internacional.